La pareja de colirrojo tizón (Phoenicurus ochurus) que usó el año pasado el nido de las golondrinas ha vuelto a criar este año en él.
La semana pasada las idas y venidas con comida eran continuas porque tenían que alimentar nada menos que a 5 pollos ya bastante crecidos. Gusanos, hormigas y mariposas eran parte habitual de las cebas.
Una vez les daban de comer, recogían los sacos fecales para mantener la higiene del nido y evitar que los depredadores los descubriesen y vuelta a por más comida.
Parece que son buenos padres y el tremendo esfuerzo que realizaron obtuvo su recompensa, porque el sábado todos los pollos abandonaron el nido y comenzaron una nueva etapa de su vida, quizás la más difícil, la lucha por la supervivencia. Al menos parece que tendrán unos buenos maestros de los que aprender.
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