Ayer, tras un par de días de descanso y viendo que daban buen tiempo, decidí pegarme un madrugón para hacer una espera con la esperanza de ver algún lobo, en una zona en la que sabía por un compañero que había un grupo familiar. A las cinco y media suena el despertador, un desayuno rápido y al coche. El cielo se ve completamente despejado y estrellado por lo que la cosa pinta bien. Llego al sitio de la espera con las primeras luces. Vacas y rebecos comienzan su actividad. De momento no se ve nada. Sobre las ocho y cuarto me muevo un poco en el collado en el que me encuentro para ver una zona donde pastan varios rebecos y de pronto a mi espalda y a lo lejos oigo el aullido inconfundible de un lobo adulto. Al instante comienzan a aullar los cachorros respondiendo. Comienzo a mirar con los prismáticos la zona donde se oyen pero no veo nada. Poco a poco el sol va cogiendo altura y comienza a calentar la mañana. Dejo la mochila en el suelo y me muevo unos metros para ver otra zona; una pareja de corzos aparecen entre los brezos y salen a una pequeña campera a pastar. Son ya las nueve de la mañana y vuelvo a mirar desde donde había dejado la mochila. Al enfocar con los prismáticos a un tserón iluminado por el sol ¡Bingo! Ahí están, tres preciosos ejemplares. Uno pronto se retira hacia unos matorrales y los otros dos se quedan un rato hasta que uno de ellos baja por el borde del tserón y se pierde entre los matorrales. El otro se tumba tranquilamente sobre una piedra a tomar el sol, para tras unos quince minutos, coger el camino de los anteriores para encamar entre los brezos. Ya solo quedaba recoger los trastos y, poco a poco, regresar al coche para bajar a tomar un café.
Y es que hacía mucho tiempo que no veía los lobos. Si los había oído aullar alguna noche, pero desde que me fui a trabajar a Oviedo no había vuelto a verlos por lo que la mañana de hoy será de esos días que voy a recordar mucho tiempo. Como el primer día que los oí aullar; una calida noche de agosto y tres aullidos largos de un adulto que parecían expresar una enorme tristeza por las injustas persecuciones que tienen que soportar y que apagaron el coro de insectos que podían oírse unos instantes antes (o al menos eso me pareció a mí). O los nervios de la tarde en la que hace unos años, y junto a otros tres compañeros, pudimos ver en la sierra de Tineo cinco preciosos cachorros de unos dos meses acompañados por un adulto que no les quitaba el ojo de encima.
Y es que son unos animales que impresionan; impresiona su mirada, su aullido, su inteligencia, sus pautas de conducta social y su capacidad de adaptación resistiendo la persecución a la que ha estado sometido por el hombre desde tiempos remotos.
Parece que nuevamente se acercan tiempos difíciles para el lobo con su probable declaración como especie cinegética en Asturias pero confiemos en que como decía el recordado Félix Rodríguez de la Fuente “Que el lobo viva donde pueda y donde deba vivir, para que en las noches españolas no dejen de escucharse los hermosos aullidos del lobo”.
Nota: Las imágenes no tienen apenas calidad debido a la distancia a la que me encontraba y son simplemente testimoniales. Lo mejor de estos momentos, sin duda es el recuerdo que te queda de ellos.
¡me costo verlo! me recordó buscando a waly
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