martes, 17 de julio de 2012

Ciervo volante


Hace unas semanas hojeando una vieja revista pude ver un artículo que hablaba del declive de las poblaciones de ciervo volante (Lucanus cervus) en Europa. Me puse a pensar un poco y recordé que había pasado mucho, muchísimo tiempo desde la última vez que ví uno de estos coleópteros, tanto como ¡más de 20 años!. Entonces era una especie que veíamos con frecuencia a las afueras de Tineo, cerca de la fuente de San Juan. Pero después de eso, y por más que me esfuerce, no consigo recordar el haberlo visto en ningún otro sitio, ni siquiera en ese. Pues bien, el pasado viernes por la tarde, me avisan que en la terraza de casa hay un ciervo volante. Salí, la verdad que no muy convencido, pensando que se trataría de alguna otra especie, pero no, un espectacular macho de ciervo volante estaba allí, en la terraza, entre varias macetas.

Rápidamente cogí un pequeño terrario de plástico y se lo puse encima para que no desapareciese mientras buscaba la cámara de fotos. Una vez cogida la cámara comencé con la sesión de fotos. Cuando acabé ya era casi de noche. Volví a meterlo en el terrario y lo solté en un robledal, cerca del pueblo.

El ciervo volante es un coleóptero de gran tamaño con aspecto inconfundible, sobre todo los machos con sus grandes cuernos que usan para luchar con sus rivales. En realidad no se trata de cuernos sino que es el maxilar superior muy desarrollado. Es una especie ligada a los robledales maduros. Succionan el alimento, principalmente savia de roble, a través del labio inferior. En el caso de los machos, localizan las heridas de los árboles por la que ésta fluye gracias al olfato. Las hembras pueden roer la corteza para acceder directamente a la savia.

Vuelan principalmente al atardecer desplazándose en busca de alimento. Cuando varios ejemplares localizan algún punto donde fluye la savia de un árbol se producen luchas, empujándose con los cuernos hasta que queda el individuo más fuerte con una hembra. Se aparean en ese lugar donde permanecen varios días mientras se alimentan de la savia.

Una vez fecundada, la hembra deposita los huevos en algún tocón en descomposición o en la tierra, cerca de las raices de algún árbol. El desarrollo de las larvas puede durar entre tres y cinco años, en función de la temperatura y la disponibilidad de alimento. Antes de iniciar la fase de pupa construyen una “cuna pupal” que en el caso del macho es de mayor tamaño para albergar los cuernos. En otoño abandonan la cuna pupal pero permanecen ocultos hasta el verano siguiente.


La destrucción de los robledales maduros es una de las principales causas del declive de la especie. Además la teoría que existe ahora de considerar que los arbustos, el sotobosque y la madera en descomposición que hay en los bosques es “suciedad” que hay que eliminar, hace un flaco favor a esta y a otras muchas especies que encuentran en este hábitat las condiciones ideales para su desarrollo.

Solo espero que la especie pueda recuperarse y no pasen tantos años hasta que vuelva a ver otro ejemplar.

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